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Las vicisitudes del antiguo templo

Imagen de Las vicisitudes del antiguo templo

Las tres campanas de bronce que volverán a tañer en el centro de Santiago, pertenecieron a la Iglesia de la Compañía, escenario -el 8 de diciembre de 1863- del más terrible incendio ocurrido en la capital. Con el siguiente artículo, escrito por el asesor del Consejo de Monumentos Nacionales, arquitecto Fernando Riquelme, iniciamos una serie de publicaciones destinadas a difundir la trascendencia de su retorno desde un templo de Gales, donde permenecieron 145 años.

Lunes, 27 Septiembre, 2010

Su regreso a Chile -tras 145 años- y su instalación temporal en la Plaza de la Constitución, donde serán recibidas oficialmente este miércoles 29, ha sido una instancia más para repasar la historia en estos días cargados de las remembranzas del bicentenario.
Las tres campanas de bronce que volverán a tañer en el centro de Santiago, estaban originalmente en la Iglesia de la Compañía, donde el 8 de diciembre de 1863 se produjo el más terrible incendio ocurrido en la capital. Habrían muerto entre mil quinientas y tres mil personas, nunca se sabrá el número exacto.
La desgracia motivó demandas ciudadanas por la demolición definitiva del templo, decidiéndose no construir nunca más en ese espacio, donde hoy están los jardines del tradicional Congreso Nacional. Allí se erigirá un memorial y se instalarán definitivamente las campanas, que por casi un siglo y medio permanecieron en una iglesia anglicana, al sur de Gales, en Gran Bretaña.
¿Cuál es la historia de ese inmueble que tras la catástrofe se quiso borrar de la memoria? El académico y arquitecto Fernando Riquelme, ex consejero del Consejo de Monumentos Nacionales y actualmente asesor de nuestra entidad, nos ofrece el siguiente artículo (los subtítulos son de la edición).
Con este texto iniciamos una serie de publicaciones destinadas a difundir la trascendencia del retorno de estas campanas a Chile, que se concreta gracias la gestión de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y la voluntad del Consejo Parroquial de la Iglesia de Todos los Santos de Oystermouth, entre otros importantes esfuerzos.

LA IGLESIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN SANTIAGO

Por Fernando Riquelme Sepúlveda - Arquitecto, Asesor del Consejo de Monumentos Nacionales

Desde su llegada a Chile, en 1593, la Compañía de Jesús inició las obras de su iglesia principal en Santiago, en el mismo lugar en que permanecerán los sucesivos templos -varias veces dañados por terremotos e incendios y en todas ellas reconstruidos o restaurados- hasta el gran incendio del 8 de diciembre de 1863 que terminó definitivamente con su existencia.

Las construcciones anteriores

En una primera obra intervino el hermano arquitecto Miguel de Teleña pero no duró más de ocho años, una segunda en que también intervino Teleña se logró terminar en 1631. De esta última escribió una detallada descripción el jesuita, nacido en Santiago, padre Alonso de Ovalle:

"Es toda de piedra blanca y la fachada de la puerta principal muy lúcida y airosa, con sus pilastras, molduras y pirámides...todo de admirable arquitectura... el retablo del altar mayor y el tabernáculo del Santísimo Sacramento se aprecian en gran cantidad de dinero, por su arquitectura, grandeza y proporción... que a la primera vista cuando se entra por la puerta de la iglesia, parece todo él una lámina de oro".

Se accedía al templo por la calle Compañía a poca distancia de la esquina con la calle Bandera. Una planta, muy esquemática, de la iglesia se puede ver en el Plano de Santiago de 1793, existente en el Museo Británico, allí el mismo detalle figura para las iglesias de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín, La Merced y la Catedral. En todas ellas se aprecia el esquema basilical de tres naves, con las dos series de columnas que las separan. No conocemos otra planimetría para la Iglesia de la Compañía, salvo los dibujos de la fachada principal del pintor alemán J.M. Rugendas en 1839 y algunas perspectivas más lejanas de María Graham.

En su reconstrucción había intervenido el hermano coadjutor, arquitecto de gran prestigio, Pedro Vogl que junto a Juan Hagen -también jesuita- trabajaron en el proyecto de la catedral.

El dibujo riguroso de Rugendas nos permite formarnos una clara idea de la arquitectura barroca de la fachada principal del templo. Es posible apreciar su composición, con una cierta inspiración en la iglesia del Il Gesù de Roma, del arquitecto Vignola (Giacomo Barozzi da Vignola) que fue el modelo de la Orden en todas las latitudes. Por cierto en una versión más artesanal, pero no por ello menos valiosa. Al parecer el modelo romano habría estado presente con mayor fidelidad en la búsqueda de la espacialidad interior, de acuerdo a las descripciones que transcribe fielmente don Eugenio Pereira Salas en su "Historia del Arte en el Reino de Chile".

El incendio que afectó el templo en 1841 destruyó mayormente la torre única del edificio y con ello el valioso reloj, verdadera joya de la ciudad fabricado por los hermanos coadjutores relojeros que vinieron a Chile con el Padre Carlos Haymbhausen, Rector del Colegio Máximo de San Miguel.

De esa lamentable pérdida dejó singular constancia Don Andrés Bello en el Canto Elejiaco, "El Incendio de la Compañía", muy elogiado por Domingo Faustino Sarmiento en "El Mercurio" de Valparaíso del 15 de julio de 1841;

Y a ti también te devora
Centinela vocinglero,
Atalaya veladora,
Que has contado un siglo entero
A la ciudad, hora a hora.

Adios, patria! El cielo ordena
Que no más las notas mías
Desenvuelvan la cadena
De tus horas i tus días.
......
......
Vi sobre el pendón hispano
Alzarse el de tres colores;
Suceder a un yelmo un llano
Rico de frutos y flores,
I al esclavo, el ciudadano.

Santiago, ¡adios! ya no más
El aviso diligente
De tu heraldo fiel oirás
Que los sordos pasos cuenta
Que hacia tu sepulcro das.

Las campanas que daban las horas del "reloj de cuatro fases, con sus apuntadores dorados", en la torre de la iglesia, debieron ser realizadas en las fraguas de los talleres de Calera de Tango, donde el "maestro bávaro Juan Bautista Félix, nacido en Feldkirch, "y miembro de la falange de Haymbhausen" era su principal artífice y al cual don Eugenio Pereira no vacila en atribuir el vaciado de la "campana grande refundida en 1762 para la torre de la Iglesia del Colegio Máximo de San Miguel".

Según el perfil original

Quien acogió con verdadero entusiasmo la difícil tarea de restaurar la iglesia, devolviéndole su antiguo esplendor, fue don José Gandarillas y Gandarillas (1810- 1853), destacada personalidad, de gran cultura, admirador de nuestro pasado, de las nobles tradiciones y de lo mejor de nuestra arquitectura, partidario del adobe ajustado a las normas de la buena construcción. "Quiso devolver al templo, aprovechando su hallazgo de la bóveda antigua, el perfil que le había dado Miguel de Teleña en el siglo XVII".

El templo que se incendió el 8 de diciembre de 1863 se podía observar desde la Plaza de Armas, en una visión lateral de su fachada oriente, sobresaliendo de las construcciones bajas anteriores al Palacio Arzobispal. En documentos fotográficos de esos años se aprecian claramente; la torre oriente de dos cuerpos de la fachada del templo, parte de la cubierta de la nave y la cúpula que cubre el presbiterio -en el extremo norte- con un diseño que recuerda la cúpula similar de la Recoleta Domínica, obra del arquitecto Manuel Aldunate. Esta de la Compañía habría sido obra de un señor Mundy, norteamericano de Rhode Island, según don Eugenio Pereira.

El incendio del 8 de diciembre de 1863, en la celebración del término del Mes de María, se habría provocado por un exceso de lámparas de aceite y velas de cebo encendidas y a la profusión de adornos con tejidos y flores artificiales que rodeaban las numerosas imágenes de gran tamaño que se habían dispuesto en los altares.

Habrían fallecido alrededor de dos mil quinientas o más personas, en su mayoría mujeres.

La tragedia llenó las primeras planas de los diarios más importantes del mundo, como la mayor del siglo con esas características.

En Santiago se creó el Cuerpo de Bomberos al mes siguiente.

Septiembre 2010

Bibliografía
o Amunátegui, Miguel Luis, "Vida de Don Andrés Bello". Ed.P.Ramírez. Santiago de Chile, 1882.
o Guarda, Gabriel O.S.B. "Joaquín Toesca". Edit. Universidad Católica, 1997.
o Peña Otaegui, Carlos, "Santiago de Siglo en Siglo", Edit. Zig-Zag, 1944.
o Pereira Salas, Eugenio, "Historia del Arte en el Reino de Chile". Ediciones Universidad de Chile, 1965.
o Pereira Salas, Eugenio, "La arquitectura chilena en el siglo XIX". Edición de los Anales de la U. de Chile, s/f.