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Las campanas de la Iglesia de la Compañía han vuelto para honrar a los caídos

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Hasta el 8 de diciembre permanecerán las campanas de la Iglesia de la Compañía en la Plaza de la Constitución. Fueron recibidas oficialmente por el Presidente Sebastián Piñera de parte del embajador del Reino Unido, Jon Benjamin, luego de ser traídas de vuelta al país de donde salieron tras la demolición del templo. Ofrecemos un relato resumido de parte de lo ocurrido en los días que siguieron al incendio del 8 de diciembre de 1863 y la aspiración ciudadana de honrar a sus muertos.

Miércoles, 29 Septiembre, 2010

Martina Maturana, la niña que hizo sonar el gong en la isla de Juan Fernández para alertar sobre el maremoto el pasado 27 de febrero, fue la primera en tocar las campanas de la Iglesia de la Compañía, recibidas oficialmente por el Presidente Sebastián Piñera de parte del embajador del Reino Unido, Jon Benjamin, como un regalo en el Bicentenario.

La ceremonia estuvo marcada por el recuerdo de dos catástrofes: la ocurrida hace siglo y medio, y la de comienzos de este año, mencionadas en el mensaje de la comunidad anglicana de Todos los Santos, de Gales -cuyo templo albergó las campanas por 145 años- y por el Presidente, quien aludió a la capacidad de superar lo adverso. "Chile es un país acostumbrado y resiliente frente a tantos desastres de la naturaleza, de lo cual fuimos testigos el 27 de febrero pasado", señaló el embajador Benjamin.

La recepción había partido la noche anterior con un concierto de las campanas del centro de la ciudad. Continuó en el acto oficial con las voces del Coro de Cámara de la Universidad Alberto Hurtado y las sirenas de bomberos, cuya organización surgió luego del trágico incendio.

Las tres campanas que cayeron desplomadas durante el incendio del 8 de diciembre de 1863 y que luego de la demolición de los restos de la iglesia incendiada fueron a dar a Swansea, Gales, vendidas como chatarra, llegaron de vuelta a bordo del buque de la Royal Navy HMS Portland.

Permanecerán en la plaza de la Constitución en forma provisoria hasta el 8 de diciembre de este año. Su lugar definitivo serán los jardines del Congreso Nacional, donde estuvo, hasta 1863, la Iglesia de la Compañía. Serán un nuevo homenaje a las víctimas.

El siguiente es un relato resumido de parte de lo ocurrido en los días que siguieron a esa tragedia y la aspiración ciudadana de honrar a sus muertos.

Después de la catástrofe: Demolición.

Era lunes, habían pasado seis días desde la tragedia. Las demandas por la demolición se acrecentaban y la muchedumbre se había organizado para marchar desde la plazuela del templo al palacio de La Moneda. Fue entonces -relatan los diarios de la época - que el periodista de La Voz de Chile, Guillermo Matta, desde una ventana del consulado, dio lectura al decreto que firmaba el Presidente de la República, José Joaquín Pérez, ordenando botar los muros de la Iglesia de la Compañía. El anuncio fue largamente aplaudido.

Los santiaguinos, no querían volver a ver los restos del inmueble donde, ese martes 8 de diciembre habían muerto abrazados por el fuego, el calor o la asfixia, más de dos mil de los suyos, mayoritariamente mujeres y niños. La tragedia retrotraía a las destrucciones violentas de las anteriores construcciones del templo; se tendía un manto siniestro sobre las ruinas, aún estaba fresco el recuerdo del anterior incendio en 1841.

El comentario del diario La Patria resulta elocuente: "El penúltimo incendio de la Compañía se refiere aún por sus testigos. El último se conservará en la memoria, mientras exista la ciudad de Santiago. Este templo estaba señalado por el dedo de Dios, llevaba sobre su frente una maldición espantosa. Que se arrasen sus murallas carcomidas; que se purifique su suelo y no vuelva a levantarse en el mismo lugar otro templo. ¡No deben conservar los hombres un monumento maldecido de Dios!"

El decreto, fechado ese lunes 14 de diciembre bajo el número 1383, zanjó en dos artículos el doloroso asunto.: "Art. 1º Procédase a la demolición de las murallas del incendiado templo de la Compañía. Art. 2º Concédase un término de diez días para la extracción de los cadáveres que están en dicho templo."

En su discurso Matta fustigó a quienes habían querido conservar las paredes para reconstruir una vez más, los tachó de supersticiosos y los acusó de querer despertar las pasiones que surgen de la ignorancia.

La figura del cura Ugarte -quien se salvó de las llamas huyendo por la puerta de sacristía- su estilo y su organización del culto mariano a través de las Hijas de de María, estaba fuertemente relacionada con la dureza de las críticas. Un completo reporte del New York Times, cuya extensión revela el impacto mundial de la catástrofe, hace referencia al fervor y el entusiasmo que había logrado despertar el sacerdote, invitando a las feligresas a escribir a la virgen y depositar las cartas en un "buzón celestial" al que sólo él tenía acceso. Según el periódico, Ugarte había asegurado que esa noche del 8 diciembre, el nuncio apostólico, vería la más iluminada de las iglesias que nunca había apreciado, incluso en Roma. Ese habría sido el motivo de la alta cantidad de lámparas a parafina, gas hidrógeno aceite que alimentó el fuego.

Homenaje a las víctimas
Había pasado exactamente una semana, cuando el martes 15 de diciembre la Intendencia de Santiago decidió nombrar siete comisiones, una por cada barrio de la capital, para que recolectasen fondos, que serían depositados en la Tesorería Municipal, para financiar "monumento fúnebre que guarde los resto de las víctimas de la aciaga noche del 8 del corriente y que simbolice el santo y respetuoso dolor del vecindario de esta capital por su desgraciada suerte".

Ya el día siguiente del incendio, algunos ilustres vecinos habían concebido la idea de rendir un homenaje a sus muertos. Era una aspiración tan urgente como la de borrar los rastros. La primera contribución fue de mil pesos (el sueldo anual de un profesor de liceo bordeaba ese año los quinientos pesos). La entregó Francisco Ignacio Ossa en una manifestación pública en la que llamó a solicitar al gobierno los terrenos donde se levantaba la iglesia: "...Libres de escombros se formará un jardín, en cuyo centro se elevará un monumento de mármol blanco con inscripciones que recuerden el fatal suceso que justamente lloramos, colocando alrededor de todo el espacio del templo una sólida verja de hierro que impida a los indiferentes profanar con su planta este lugar por tantos motivos venerado."

En similares términos estaba escrita la petición oficial que entregó el comité formado para tal efecto, bajo el liderazgo de Antonio Varas y Manuel Rengifo.

Más de un monumento
Diez años tardó la instalación del monumento. Concretó la empresa el intendente Benjamín Vicuña Mackenna. En la exposición de Artes e Industria con la cual se inauguró el Mercado Central en 1872, se presentaron siete propuestas, entre las cuales se eligió la del escultor Albert Carrier-Belleuse, que sería inaugurada el 11 de diciembre de 1873: Una mujer doliente que clama a las alturas con los brazos en alto, sus pies rodeados de figuras alusivas a las llamas. En su base, cuatro ángeles con expresiones de dolor y las siguientes inscripciones: "A la memoria de las víctimas inmoladas por el fuego el VIII de Diciembre de MDCCCLXIII". "El amor y el duelo inextinguibles del pueblo de Santiago". "Diciembre VIII de MDCCCLXXIII".

El monumento sería retirado en 1878, instalándose en 1928 en el Cementerio General, en la fosa común donde fue depositada la mayor parte de los restos de las víctimas no identificadas tras el incendio. Fue también la demanda pública la quepidió su reemplazo por una imagen más religiosa que llegó en 1900 hasta los jardines del nuevo Congreso Nacional.

La imagen de la virgen orante quedó instalada sobre la base y la columna de mármol del monumento anterior, fue tallada en mármol de carrara por el escultor nacional José Miguel Blanco, de acuerdo al diseño del artista italiano Ignazio Jacometti.

A estos jardines llegarán en los próximos meses las campanas del templo que los santiaguinos quisieron borrar de la memoria ese diciembre de 1863.

Referencias Bibliográficas:
o The New York Times, descripción de corresponsal enviado especial, publicado el 18 de enero 1864 (archivo digital)
o http://urbatorium.blogspot.com Notas sobre historia urbana y cultural de la ciudad de Santiago de Chile
o Anales de la Universidad de Chile, Volumen 23
o Liisa Flora Voionmaa Tanner: Santiago 1792-2004. Escultura Pública del Monumento Conmemorativo a la Escultura Urbana (Ocho libros editores)

En un próximo artículo abordaremos la creación del Cuerpo de Bomberos de Chile.

Mesaje de la comunidad anglicana de la Iglesia de Todos los Santos

"Les enviamos nuestros saludos en Cristo al pueblo de Chile, en nombre de la parroquia de Oystermouth, de la Diócesis de Swansea y Brecon, y de la Iglesia de Gales, con la ocasión del regreso de estas históricas campanas a Santiago.

Fuimos los custodios de estas campanas desde los trágicos eventos de 1863 ocurridos en la Iglesia de la Compañía de Jesús en Santiago. Estas reliquias han desempeñado un papel importante en la historia de nuestra iglesia en Oystermouth, en Swansea, y estamos muy felices de que ya se encuentran en casa.

Estas campanas que regalamos al pueblo de Chile las entregamos motivados por el amor cristiano, con la esperanza de que serán parte de un memorial para recordar a aquellos que perdieron la vida hace 147 años. También esperamos que las campanas ayuden a reforzar los lazos históricos de nuestros países y a demostrar que las personas, aunque estén a gran distancia unas de otras, comparten un sentido de humanidad común.

Esperamos visitarlos en 2013 para participar en la conmemoración de los 150 años del incendio. Aunque las campanas han regresado a casa, continuarán formando parte de la historia de la Iglesia de Todos los Santos de Oystermouth.

De parte de la comunidad de Oystermouth, el Reverendo Keith Evans y el Obispo de Swansea y Brecon, Reverendo John D. E. Davies."